Se acaba de publicar el libro “La provincia de Calatayud durante el trienio liberal”. Una obra, en mi opinión, muy necesaria, tanto por aportar luz sobre un episodio histórico muy poco conocido, como por la parte reivindicativa para con un territorio que está actualmente padeciendo un olvido y decadencia, a mi parecer, inmerecido.
Antes de nada, quiero reflejar mi sincero reconocimiento y agradecimiento a los autores. Algunas partes del libro se sustentan sobre un trabajo minucioso de investigación que ha requerido un esfuerzo que no puedo más que reconocer y alabar. Pero no puedo ocultar que algunos aspectos del libro, algunas conclusiones que ofrece no las comparto y creo que pueden reconsiderarse.
He echado de menos un verdadero y profundo estudio geográfico de la provincia, sobre todo en sus aspectos físicos. Ocupando la parte central del Sistema Ibérico y vertebrada por el río Jalón, pocas provincias españolas tienen un territorio tan homogéneo como el que configuraba la antigua provincia de Calatayud.
Los aspectos históricos están siempre más expuestos al debate. Cualquier aficionado a las ciencias humanas como el que suscribe, sin ser experto en nada, podría encontrar argumentos para justificar una identidad territorial de cualquier territorio, como otros tantos diferentes para desmontarla. El estudio histórico, a diferencia de otros conocimientos, como el religioso o algunas ramas de las ciencias, carece de leyes inalterables o libros dictados por la divinidad que nos revelan una verdad incuestionable. Lamentablemente el acercamiento a la verdad o la realidad histórica es mucho más complicado y está jalonado de pasos vacilantes, reflexiones y debates, que en ocasiones nos hacen retroceder o avanzar, y todo ello para llevarnos a un lugar inestable y que normalmente requiere reformas constantes cuando no una reconstrucción completa. Es lo que hay. La historia suele envejecer mal y a veces de forma prematura.
Con estos principios, no resultará extraño que cualquier trabajo histórico pueda ser cuestionado y más aún cuando se aborda un tema como el de este libro, un episodio casi olvidado, sobre el que apenas se ha debatido, estudiado ni reflexionado, en un territorio casi despoblado y envejecido.
En la presentación de este trabajo, un admirado investigador, a quien tuve la suerte de tener como profesor, exponía los antecedentes de esta provincia, remontándose a la edad antigua y los pueblos celtíberos. Desmontaba una posible justificación de esta provincia remontando a una identidad o unidad propia en la antigüedad, argumentando que apenas conocemos nada de estos pueblos celtiberos, o como el investigador matizaba, estos pueblos de origen celta e influencias culturales íberas. Acertadamente exponía que estos pueblos no aparecen estáticos sobre un territorio y que las referencias que tenemos en ocasiones deslizan las diferentes tribus sobre la zona. Además sus referencias escritas están elaboradas principalmente por eruditos romanos que nunca estuvieron en Hispania.
No me atrevo a cuestionar estas afirmaciones. Pero de igual forma vemos también que pueblos tan míticos e incuestionables como cántabros, vascones o lusitanos por poner un ejemplo, también aparecen en ocasiones desplazados y sus referencias escritas provienen de las mismas que las de los celtíberos. No comprendo entonces, por tanto, que puedan ser un argumento consistente para invalidar la justificación de la cuestionada provincia.
Sí me atrevo a poner en duda algunas afirmaciones como calificar la comarca de Medinaceli-Arcos de Jalón como un añadido a la efímera provincia de Calatayud. En un territorio pocos espacios hay más vinculados entre si, que puedan configurar una unidad geográfica como el valle de un río. Y la comarca de Medinaceli y Arcos es la cabecera del valle del Jalón y no hay nada más natural que el fluir del agua. Acaso lo que es verdaderamente complicado es encontrar un punto para dividir el curso de un río. Esta zona ha estado desde tiempo inmemorial más vinculada con las gentes y el territorio del Jalón que con la meseta castellana. Desde la reconquista, no realizada por Castilla, sino por el rey aragonés Alfonso I el Batallador, precisamente el mismo que reconquistó todos los territorios de la antigua provincia de Calatayud, hasta anteayer. Incluso todavía hoy, y a pesar de la despoblación que se padece, pervive el tren regional que llega a Arcos de Jalón y que vertebra todo el valle.
Es precisamente el empeño institucional, con las divisiones provinciales y autonómicas el que empuja con fuerza para que los servicios y las relaciones socioeconómicas se presten desde Soria, mutilando las tradicionales relaciones con las poblaciones aragonesas de la zona.
Exactamente las mismas circunstancias se dan en los territorios y pueblos de las cabeceras de los ríos Mesa y Piedra y añadidas a la provincia de Guadalajara.
Otro autor resaltaba la escasa población del territorio como una característica histórica de este territorio y de la provincia de Calatayud. No puedo por menos que cuestionar tal afirmación por no calificarla directamente de un grave error.
Es precisamente la demografía, a diferencia de la historia, la que nos puede ofrecer datos más o menos rigurosos. Las cifras son las cifras y con la certeza que tenemos sobre la fiabilidad de los censos la desviación de la realidad es mínima.
La provincia de Calatayud en el momento de su creación, con poco más de 6.000 km” contaba con una población de 105.000 habitantes, ofreciendo una densidad de 16 hab./Km2, ligeramente inferior a la media española que era de 20 hab./km2 y que superaba los 10 millones de habitantes. Sin embargo, si profundizamos en los datos, también podemos ver que la densidad de población de la provincia de Calatayud es significativamente superior a la de otras provincias del interior de España o a las limítrofes del Sistema Ibérico como Soria, Teruel, Guadalajara o Cuenca.
España ha multiplicado casi por cinco su población desde entonces, mientras que las poblaciones de la antigua provincia de Calatayud salvo excepciones han visto reducida su población y en su conjunto ha disminuido a la mitad, pero el problema de despoblación que sufre ahora este territorio no es algo tradicional y posiblemente la continuidad de aquella provincia habría podido limitar la pérdida de peso demográfico