domingo, 6 de agosto de 2023

LONDON



 

Hace unos días he tenido la oportunidad de conocer y disfrutar la ciudad de Londres. No voy a dedicarme a comentar la infinidad de lugares impresionantes que alberga esta ciudad, Hay miles de reseñas fabulosas sobre esos espacios y en el mejor de los casos sólo conseguiría una vulgar copia de ello. Por ello centraré mi comentario sobre otros aspectos, que en mi opinión son menos conocidos, pero no menos interesantes.

No conozco todas las grandes urbes del mundo, pero me atrevería a decir que Londres podría ser considerada la gran capital de las comunicaciones. Algo que nos impresionará es la cantidad y magnitud de su red de comunicaciones y transporte públicos. Un impresionante río navegable, unos muy particulares autobuses de dos plantas que son capaces de maniobrar en calles y carriles a veces muy reducidos. Le acompañan los peculiares taxis, y sobre todo la red ferroviaria, tranvías, trenes y su extensa red de metro. La más antigua del mundo, que desde 1863 lleva prestando servicio y que no para de crecer. Trenes que atraviesan la ciudad, por debajo, por encima, incluso en ocasiones atravesando los propios edificios.  Moverse en el transporte público londinense resulta una experiencia muy agradable.

Otro aspecto que me ha sorprendido ha sido su carácter bullicioso, en algunos aspectos similar a una ciudad mediterránea, con multitud de gentes en las calles, muchas veces compartiendo una bebida. No he visto mucha gente tomando el té, pero si con unos “perolos” enormes de café con leche que son servidos en multitud de bares o incluso en supermercados, con envase y tape para llevar e ir tomándolo por la calle. Esta ciudad, a diferencia de otras grandes capitales, no abundan las grandes avenidas, su trazado urbano irregular, con unas calles y plazas de dimensiones manejables, más proporcionadas al individuo humano que camina, creo que es otro factor que favorece esa vitalidad y contacto humano. Eso sí, a diferencia del mundo mediterráneo, posiblemente tengan más arraigadas las formas de cortesía y ello le confiere algunas ventajas. En ese contacto estrecho entre personas, que inevitablemente provoca, cruces o mínimos roces, siempre van acompañados de las mágicas palabras “sorry” “please” “excuse me” que lubrican haciendo que toda esa concentración multicultural de personas puedan moverse y convivir sin problemas.

jueves, 6 de abril de 2023

No es país para viejos

 

No hace tantos años que para la inmensa mayoría de los españoles, viajar resulta una actividad a la que uno se podía ver empujado por motivos de necesidad económica o incluso por mera supervivencia. Los viajes de ocio, todo lo que pudiera superar visitar la feria del pueblo de al lado estaba reservado para una minoría. Pero en los años setenta del siglo pasado, esa España de las mayorías, comenzó a descubrir el placer de viajar, de descubrir otros lugares. En un principio con timidez, hasta llegar al paroxismo actual de muchos españoles.

De estos primeros viajes, para los habitantes del cuadrante noroccidental de España, la excursión a Andorra se convirtió en todo un clásico, junto al Monasterio de Piedra, la escapada playera a Salou o el Santuario de Lourdes para los más religiosos.

Yo no fui una excepción y participé con ilusión en esa moda viajera. Visité Andorra, y me sorprendió su dinamismo comercial y aproveché la oportunidad de conseguir un ahorro al comprar algún producto más económico.

Han pasado varias décadas y hoy esos destinos, frente a los exóticos viajes que realizan los españoles, parece algo ya trasnochado. Pero viajando contracorriente y por supuesto, con un presupuesto mucho más comedido, estos días he vuelto a visitar Andorra después de tantos años. Obviamente el Principado ha cambiado, pero sobre todo he cambiado yo como viajero. La principal sensación con la que he regresado, es que Andorra no es país para viejos. Esa impresión no sólo la percibes al no ver ancianos. Un territorio lleno de gente por todos los lados y es realmente raro encontrar un viejo. No hay viejos. Y además de no haber ancianos, se nota que no es un lugar pensado para ellos. El pulso de la ciudad es acelerado, bueno… realmente frenético. 

El espacio es escaso y disputado y sólo hay hueco para el negocio, la rentabilidad, crecimiento, plusvalía. Obviamente, imagino que el propio gobierno del estado propicia ese estilo, convirtiéndolo en la propia esencia de su existencia y así diferenciarse de las anquilosadas democracias colindantes, tan garantistas, que las transforma en muchos casos en pesadas máquinas de derechos, de obligaciones, de burocracia, frente a la agilidad y flexibilidad de estos pequeños estados. Pero por supuesto que no son todo ventajas, o al menos no para todos. Estos pequeños estados, pueden ser muy interesantes, pero también pueden convertirse como esos piratas sin escrúpulos, y que en aras de esa libertad van dejando caer a muchos damnificados. Una lucha por el espacio. No hay hueco para viviendas, para aparcar los coches y tampoco para los viejos, más lentos, con menos maniobrabilidad, les puede resultar muy difícil encontrar un espacio en Andorra.