Ayer pude disfrutar de otra sorprendente velada de cine.
Alguna noche de algunos fines de semana, cuando la ausencia de obligaciones me
permite romper la rutina de madrugar, inconscientemente deambulo por el portal
de la plataforma de tv buscando una película que me sorprenda. En alguna
ocasión eso ocurre. Como ayer, en el silencio de la noche del viernes,
ejerciendo mi afición de noctámbulo y cinéfilo, encontré una película británica
que lleva por título 71.
La historia, ambientada en una dividida ciudad de
Belfast, en 1971, en plena ebullición del conflicto que afectó a Irlanda del
Norte. Cuenta la intensa y por momentos claustrofóbica huida de un recluta
inglés que por accidente queda aislado y perdido por las calles de una ciudad adueñada por los sectores más radicales enfrentados en un conflicto que prácticamente llevó a ese territorio a una situación de guerra civil.
Un reparto de actores, mayoritariamente jóvenes, y para mí
desconocidos, pero que logran perfectamente trasladarnos 50 años atrás y
hacernos sentir la convulsa situación que durante décadas contemplábamos como
espectadores delante del televisor. Crean una película de acción trepidante,
que te hace incorporarte del sofá, pero no exenta de otros elementos que te
golpean más profundamente y te invitan a la reflexión.
El fin no justifica los medios. Más aún cuando en la vida de
las personas son precisamente los medios el fin y el sentido de la vida. La
película, basada en hechos reales, finaliza con una cabriola, que desconozco si
respondió a la realidad de hechos, o fue una licencia del guionista para cerrar
el episodio. En cualquier caso me parece una interesante y muy recomendable película.